Solemnidad De La Natividad Del Señor

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 22 December 2014

gialloGloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.    

Lecturas: Isaías 9, 2-4.6-7; Tito 2, 11 14; Lucas 2, 1 14.                      

1 – El vientre de María – Ya no es el hombre que trata de construir una casa para el Señor: Dios mismo se construye una casa. El corazón y el vientre de María son la nueva morada viviente de Dios: “¿Serás tú acaso quien me construya una casa para que yo la habite? -dice el profeta Natán a David- será el Señor quien te construya una casa”. La nueva casa, en la que se anida Dios, de ahora en más será el hombre viviente: ¡su corazón, su conciencia! Contemplemos en adoración sincera lo que pasó en la gruta de Belén: donde Dios ha puesto su cuna para su Navidad entre los hombres. Escuchamos a Isaías: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz”(9, 5).

2 – “¿Cómo es posible?” – Por un momento María titubea por el modo que Dios eligió para encarnarse: Ella no quiere conocer a hombre en su virginidad. Pero el ángel la tranquiliza: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios”. Lo que ocurrió en María, ahora también sucede en la Iglesia. En ella, también nosotros estamos llamados a ser hijos de Dios y, a luego, espiritualmente, a generar Cristo en nosotros y en los demás: su verdad y su amor. Todo esto es sólo obra del Espíritu Santo. Es por eso que Lucas dice: “María dio a luz a su Hijo primogénito”. Así que Jesús es el primero de una multitud de hijos que somos nosotros.

3 – El cuerpo de Jesús – Pero el cuerpo de Jesús - el hijo de Maria, que contemplamos en el humilde pesebre - no representa solamente la individualidad física de un judío: un hombre común. Él, haciéndose hombre, ha querido asumir en si a cada hombre para hacer de todos nosotros un solo cuerpo en Él. Y ésta es precisamente la Iglesia: cuerpo espiritual o místico de Cristo. Escuchemos a Agustín: “El día de Pentecostés, se unieron al Cuerpo del Señor, es decir, al número de los fieles. Se formó así un solo pueblo en el que todos, una vez recibido el Espíritu Santo que encendió en ellos el amor espiritual, se convirtieron en una cosa sola. Muchos millares, pero un solo corazón. ¿Dónde? En Dios”. Hoy le toca a la Iglesia, la nueva Madre, generar a Dios en cada hombre para formar un solo cuerpo en Jesús Salvador.

4 – El mensaje – Los cantan los ángeles en la gruta de Belén: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. El llamamiento se dirige por igual a todos los hombres: amen a Dios como Él los ama, amen a los demás como Dios los ama. En realidad, el hombre halla enseguida su “buena voluntad” cuando hace todo por amor de una persona, porque se siente amado por ella. La Navidad logra justamente este prodigio: reaviva siempre en nosotros la buena voluntad porque Dios mismo fue el primero que ha empezado a amarnos. Nosotros también estamos invitados a hacer lo mismo. ¿Cómo animar a los que han perdido la esperanza en el amor de Dios y de los demás, si no dando prueba de estima y afecto, de comprensión, perdón y ayuda?

5 – El miedo – “En el anuncio del ángel, los pastores estaban aterrorizados, pero él les dijo: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo” (Evangelio). Aun hoy, muchos tienen este miedo, cuando se trata de un encuentro excepcional e inesperado, cuando se trata de recorrer nuevos caminos para lograr la hazaña sobrehumana de pacificar y unificar el mundo Se trata pues de sensibilizarnos sobre un punto fundamental: el mundo es mi casa, todo hombre es mi hermano, todos juntos debemos formar una familia. En esta familia, yo también debo tener un papel activo. Entonces también estará claro lo que puedo hacer.
¡Ésta es la Navidad cristiana que deseamos para el mundo!

6 – La alegría de la Navidad – Ésta es la Navidad que deseamos para nosotros y para el mundo, con las palabras de San Agustín: “Exulten de gozo los justos: ha nacido el que los justifica. Exulten los débiles y los enfermos: ha nacido el que los sana. Exulten los cautivos: ha nacido el que los redime. Exulten los siervos: ha nacido el Señor. Exulten los hombres libres: ha nacido el que los libera. Exulten todos los cristianos: ha nacido Cristo.” (Sermón 184,2,2).

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