Primer Domingo de Cuaresma
Padre, no te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno (Jn 17,l5)
Lecturas: Deuteronomio 26,4‑10; Romanos 10,8‑13; Lucas 4,1‑13.
1 ‑ Cuaresma – Los cuarenta días de la cuaresma simbolizan la vida terrena, que también es un período global de pruebas y preparación para ascender a la vida eterna; en cambio los cincuenta días de Pascua se deben vivir saboreando ya la dicha de la vida eterna. La Iglesia en las próximas semanas nos lleva a reflexionar seriamente sobre el misterio de la vida, y nos sugiere los aspectos más importantes: tentación-libertad, exterioridad-interioridad, pecado-conversión, muerte-resurrección.
2 ‑ Con Jesús – Antes de iniciar su vida pública, Jesús se retira al monte de Jericó en el más absoluto recogimiento, inmerso en Dios y también en todo tipo de tentación del diablo. Él lucha victoriosamente, por nosotros y con nosotros, con la oración y el ayuno, señalándonos el camino para redimirnos del mal. “El Espíritu condució Jesús en el desierto para ser tentado por el diablo... El diablo después de haber agotado todo tipo de tentación, se alejó de él, hasta el momento oportuno” (Evangelio). ¿Quién puede contar los encuentros directos entre Jesús y el tentador del hombre, durante toda su vida terrenal? Ahora bien, si Jesús quiso revivir en sí mismo todas las tentaciones de los hombres – y las venció una vez por todas- nos muestra que nosotros también podemos lograrlo con su gracia.
3 ‑ La tentación – No es sólo el resultado de la concupiscencia, es decir de la inclinación al mal de la naturaleza humana, decaída por el pecado original; así que no es un solo episodio negativo, casi una desgracia, una interferencia malvada del demonio; sino que es mucho más: un hecho connatural a la libertad del hombre, una fuerza dialéctica de los impulsos más profundos del corazón, porque es atraído por las cosas que tienen fin pero busca lo que es infinito. La libertad en sí es una tentación emocionante, es una invitación, no sólo a elegir, pero a saber elegir -entre las muchas cosas- lo que es absolutamente mejor. De esta manera, la tentación lleva gradualmente a encontrar el único bien para el cual vale la pena vivir; excava las profundidades del corazón y ayuda a mantener toda la vida bajo presión, en fervor, en tensión: “Si falta la tentación, se acaba la oración” (San Agustín, Carta 130). Pues, su función es muy valiosa, ya que es extremadamente selectiva, es decir se convierte en una oportunidad permanente de perfección, una verdadera gracia de Dios.
4 - Dos Tentadores – La historia del hombre empieza y termina en un contexto mucho más amplio que su propia vida personal. Alrededor del hombre, evidentemente, no sólo está el diablo, pero por encima de todo está Dios. La vida de cada uno está marcada por esta doble presencia. El demonio o satanás, es el tentador malvado, el acusador, el enemigo del hombre; pero el más grande “Tentador” no es el diablo, más bien Dios: el primero nos tienta engañándonos, el segundo nos tienta sobre la generosidad. Doble engaño: primero lograr hacer todo por tu cuenta, luego no logras más hacer nada bueno; doble generosidad: primero vence el mal y luego abraza todo el bien! Además, la distancia entre el bien y el mal es siempre limitada, mientras que la distancia entre un bien que termina y el Bien absoluto, es infinita. Entonces: ¿por qué Dios permite que el diablo trabaje? Debido a que la misma acción del diablo contribuye al plan salvador de Dios: sin que él lo quiera, el diablo está condenado a revelar los planes de Dios y a colaborar con Él, nos informa de los puntos débiles de nuestra vida espiritual.. Esta es la única justificación posible, de porqué Dios permite la acción del demonio: para obtener un bien mayor.
5 – Las tentaciones concretamente – El Evangelio nos recuerda las tres clásicas tentaciones del hombre: adorar la materia (“pan”), adorarse (“libertad”), el placer de afirmarse sobre los demás (“dominio”). Existen otros dos panes o causas de tentaciones negativas: la codicia (abuso de la propia libertad, todo está permitido, no tengo pecados, todo es mio...) y el miedo (renuncia a la propia libertad y dignidad, al esfuerzo, a razonar con la propia cabeza, a ser sí mismos, a superar el mal y los condicionamientos). He aquí, pues, el objetivo principal de la Cuaresma: estimularnos a superar las tentaciones del mal para liberar nuestro corazón y fortalecer nuestra voluntad, rindiéndolo capaz de recibir las tentaciones de Dios, es decir las invitaciones a escucharlo y a vivir como Jesús.