IV Domingo De Adviento
He aquí, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo
Lecturas: Samuel 7, 1-5.8b-12.14°-16; Romanos 16, 25-27; Lucas 1, 26-38.
1 – El descendiente de David – Mil años antes del nacimiento de Jesús, Dios acepta que el rey David le construya un templo en la ciudad de Jerusalén. Pero también le anuncia a través del profeta Natán: “Cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza.
Seré un padre para él, y él será para mí un hijo. Su trono será estable para siempre” A través de los siglos, esta profecía tomará contornos cada vez más definidos, hasta la anunciación a María por obra del Arcángel Gabriel. Así Dios ha preparado a su pueblo para el evento más grande de la historia humana: la Navidad de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, el Mesías, en cuánto único Salvador del mundo.
2 – Una valiosa comparación – La encontramos en el profeta Daniel, el cual, describiendo una visión mística sorprendente, tenida en el primer año del rey Darío (521 aC), parece personificar nada menos que a María en el momento sublime de la Anunciación, absorta en Dios para suplicar por la salvación de la humanidad : “¡Señor, escúchanos! ¡Señor, perdónanos! ¡Señor, atiéndenos y actúa! Dios mío, haz honor a tu nombre y no tardes más; ¡tu nombre se invoca sobre tu ciudad y sobre tu pueblo!” Continúa el profeta: “Yo seguí hablando y orando al Señor mi Dios. Le confesé mi pecado y el de mi pueblo Israel, y le supliqué en favor de su santo monte. Se acercaba la hora del sacrificio vespertino. Y mientras yo seguía orando, el ángel Gabriel, vino en raudo vuelo a verme y me hizo la siguiente aclaración: Daniel, Tan pronto como empezaste a orar, Dios contestó tu oración. He venido a decírtelo porque tú eres muy apreciado” (Daniel 9,19-23). ¡Visión que, en contraluz, nos hace vislumbrar la anunciación y la encarnación de Jesús!
3 – El “Fiat” de María - Finalmente, ha llegado la hora de la salvación y el Señor revela su plan a través del arcángel Gabriel, que parece ser el depositario elegido para anunciar los grandes secretos de Dios. Al entrar en la casa de la virgen María, la saluda: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo. No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será llamado Hijo del Altísimo... El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Y María le responde: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (Evangelio). Este misterio está ahora totalmente dado a conocer a todas las naciones para llevarlas a la obediencia de la fe y a la salvación (San Pablo). Si cada hombre repetirá el gesto de María, diciendo su “Sí” incondicional, Jesús entrará en él de modo indisoluble y total. Entonces, recemos con la liturgia: “Señor, lleva a cabo en nosotros, como en María, tu plan de salvación”.
4 – El “Fiat” de la Iglesia – Escuchemos a Agustín: “Cristo Verdad estaba en la mente de María, Cristo carne estaba en el seno de María: es más lo que está en la mente de María que lo que lleva en el seno. Santa es María, bienaventurada es María, pero mejor es la Iglesia que la Virgen María. Porque María es una porción de Iglesia, un miembro santo, un miembro excelente, un miembro supereminente pero, al fin, miembro de un cuerpo entero. El Señor es Cabeza y el Cristo total lo constituye la Cabeza y el cuerpo. ¿Qué diré? Tenemos una Cabeza divina, tenemos a Dios como Cabeza” (Serm. 72A,7). Preparémosnos para celebrar el nacimiento de Jesús en María y en toda la Iglesia. Recemos para que la Madre Iglesia genere a todos los hombres a la salvación.