IV Domingo de Adviento

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 19 December 2015

1 – La espera‑ Ya faltan pocos días para Navidad. Delante a nosotros está María, la Madre:  Ella es la espera personificada porque ha recibido ya sea en su vientre que en su corazón al Verbo de Dios: “La Virgen María, llena de fe y habiendo concebido a Cristo antes en su espíritu que en su seno, respondió al ángel: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra ”. Creyó María, y se hizo realidad en ella lo que creyó. Creamos también nosotros para que pueda sernos también provechoso lo hecho realidad. La fe en la mente de María, Cristo en su seno” (Agustín Sermón 215,4).

2 ‑Las palabras de María ‑ Ellas sintetizan a la perfección el papel del hombre en relación con Dios: siendo su hijo, está llamado a servir a Dios por amor, no por la fuerza. Desafortunadamente en el paraíso Adam negó este papel y también perdió la dignidad de hijo. Por esta razón San Agustín insiste: “ Ahora bien, sepamos que el Señor hace que seamos tales siervos no siervos” (Tratados sobre el Evangelio de San Juan 85,3). El siervo debe realizar, el hijo quiere amar. Entonces, es sólo aceptando la propia vida como un don de Dios, que nos liberamos de todo tipo de obligación y vivimos el amor filial en plena libertad. Podríamos exclamar con María: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora”. Preparémosnos a repetir estas benditas palabras: ¡He aquí el siervo del Señor!!

3 – La obediencia de Jesús – “Hermanos, Cristo entrando en el mundo dice: “Sacrificio y ofrenda no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad!” Y en virtud de esta voluntad somos santificados” (Hebreos). Jesús, con su vida, nos ha indicado la actitud perfecta del hijo obediente. María lo ha imitado de forma ejemplar y ahora nos muestra como verdadera Madre lo que también nosotros tenemos que hacer.

4 – “Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron” ‑ Todos sabemos cómo terminó cuando Jesús vino entre su pueblo: reducido a nacer en un establo, contestado en sus enseñanzas, crucificado como malhechor. También sabemos cómo terminó en el siglo pasado y hasta el día de hoy: el mismo martirio que tuvo Él. Porque recibir a Cristo significa aceptar totalmente su manera de pensar y de vivir. Agustín confiesa: “Yo todavía no tenía tanta humildad para poseer a mi Dios, el humilde Jesús, ni sabía de qué cosa pudiera ser maestra su flaqueza. Tu Verbo eleva a sí a todos los que se someten, curando la hinchazón y nutriendo el amor” (Confesiones 7, 18, 24). Entonces a Jesús lo consideramos como nuestro humilde Redentor porque nos libera del mal, se convierte en el humilde guía de nuestras vidas, porque da sentido a cada una de nuestras acciones.

5 ‑La voluntad de Dios‑ Recordemos la parábola del Evangelio: Un hombre tenía dos hijos, uno dijo “sí” pero no fue, el otro dijo “no” pero luego fue. ¿Quién de los dos hizo la voluntad del padre? Ciertamente el segundo. Pues bien, la voluntad de Dios es la misma para Cristo que para nosotros: lo que Él hizo también tenemos que hacerlo nosotros. En concreto esta es la Voluntad de Dios: a) los diez mandamientos; b) los consejos evangélicos; c) las bienaventuranzas; d) las obras de misericordia; e) el perdón de las ofensas y convertirnos en los “últimos” en el servicio de amar a los demás. ¡Es más que suficiente! Ésta es la “buena voluntad” de la Navidad hacia quien nos ha tanto amado y hacia quien necesita tanto amor: pasar de la indecisión a la generosidad, del criterio del mínimo esfuerzo a la máxima participación en los problemas de todos. Es muy cierto el dicho de Agustín: ¡En la buena voluntad está nuestra paz! 

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