IV Domingo De Cuaresma

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 11 March 2015

violaTodos los que se comportan mal, detestan y rehuyen la luz,los que actúan conforme a la verdad buscan la luz     

Lecturas: 2 Crónicas 36, 14-16. 19‑23; Efesios 2, 4‑10; Juan 3, 14‑21.                      

1 ‑ Luz y tinieblas – “La luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos. Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto. En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios” (Evangelio). Este texto ilumina a toda la historia humana, desde Adán a cualquier hombre de todos los tiempos. Por un lado, está la luz de Dios, la Verdad infinita: que no sólo ilumina a todo hombre que viene a este mundo, sino que hace dos mil años vino al mundo en la persona divina de Jesús, el hijo del hombre. Por otro lado, está la acogida que los hombres le han reservado ayer y hoy: quien la ha acogido ha venido a la luz, pero muchos no la acogen porque prefieren las tinieblas del mal a la luz del bien. Ahora, el bien es “actuar la verdad”, no sólo afirmarla teóricamente. En cambio, el mal es no obrar el bien porque se odia la luz. El verdadero pecado es no faltar por fragilidad o ignorancia, pero oponer un neto y perjudicial rechazo a todo lo que es luz de verdad, de amor, de bien.

2 ‑ Nicodemo – Él es un israelita convencido, instruido en la ley hebrea, en buena fe; ha conocido de alguna manera a Jesús y ha quedado profundamente impresionado. Sin embargo, prefiere como muchos, encontrarlo de noche, en incógnito, porque todavía está buscando motivos para creer. Será justo él  quien un día acompañará a Jesús a su última morada... La lección para nosotros es muy eficaz: si uno realmente ama la luz, tarde o temprano encontrará la solución. La verdad no se impone con la violencia, ya que la verdadera violencia está en la fuerza irresistible de la verdad: cerrarnos ante  la evidencia solar de la luz es la mayor tontería que podamos hacer. Esta "apertura" de la mente y del corazón implica una actitud de lealtad, un espíritu de búsqueda y de escucha, mucha humildad y pureza de corazón y oración. Agustín nos sugiere la oración justa: “Señor, Tú eres la verdad que preside sobre todas las cosas. Mas yo, por mi avaricia, no quise perderte, sino que quise poseer contigo la mentira; del mismo modo que nadie quiere decir la mentira hasta el punto que ignore lo que es la verdad. Y así yo te perdí, porque no te dignas ser poseído con la mentira” (Confesiones 10,41,66).

3 ‑ Algunos ejemplos – A menudo nos construimos coartadas inconsistentes que no resisten a un simple razonamiento, y mucho más al implacable “rayo láser” de la Verdad divina, que lee en el íntimo de la conciencia. Escuchamos decir: “Los tiempos han cambiado, hoy el Evangelio es impracticable, los Diez Mandamientos son imposibles, con los demás nunca se podrá estar de acuerdo, el mundo siempre va a seguir así, es toda culpa de la sociedad, etcétera. No pocas veces hacemos pasar las obras de las tinieblas como obras de la luz: el mal se convierte en una cuestión de libertad, o incluso de liberación. Estos son algunos ejemplos de esta mentalidad: el ateísmo es liberación de los tabúes religiosos y morales, el divorcio es liberación de las cargas de la familia, la libertad sexual es liberación moral y psicológica de la personalidad, la libertad de modificar las leyes naturales es un derecho del Estado, la autoridad mortifica el desarrollo de la persona.

4 - Una pregunta – ¿Por qué cuándo Dios nos pide algo, sabemos oponernos tan bien, mientras con el  demonio nos rendimos tan fácilmente? ¿Qué pasó con toda la libertad de contraste? Acostumbrarnos a la pasión  y al hábito vicioso que deriva, es acaso libertad? Jesús concluye: “Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos;  y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8,31). Hoy en día es un hecho indiscutible: muchos se convierten al cristianismo, porque nos hace libres y que no nos obliga a creer. Cosa que por desgracia no se observa en otras religiones. Bien decía Chateaubriand: “La libertad es cristiana”.

5 ‑ La verdad – Nos la revela como siempre S. Pablo: “ Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas” (Efesios). Ésta es la premisa obligada para delinear un discurso realista sobre las posibilidades efectivas de la libertad humana. Somos hechura suya, por lo tanto estamos predispuestos por su gracia, para utilizar la libertad al servicio de la verdad infinita de Dios. Esto significa “estar en Cristo Jesús”: ¡pensar y actuar junto a Él!

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