IV Domingo De Cuaresma

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 5 March 2016

violaLes suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar con Dios

Lecturas: Josué 5,9.10-12; Corintios 5,17-21; Lucas 15,1-3.11-32.                      

1 – Alégrate Jerusalén - La liturgia de hoy exulta de alegría porque la humanidad ha sido liberada de la “infamia de Egipto”, o sea de la esclavitud que existía en el pueblo hebreo antes de la liberación: sin patria y sin familia, sin padres y sin hermanos, sin dignidad y sin libertad. El pecado produce un equivalente efecto espiritual: nos rinde esclavos de nuestras pasiones y de las de los demás. Pero el Señor “está cerca de quien lo busca y lo libera de todas sus angustias”, por lo tanto nos devuelve libertad, verdad y alegría verdaderas.

2 - Nuestra casa – El marco de la parábola del hijo pródigo es la inmensa bondad, misericordia e intuición educativa del padre. El quiere el verdadero bien de sus dos hijos, pero nunca los obliga: su casa, sus bienes, el tipo de trabajo, no tienen nunca que tener prioridad sobre una relación de amor y de libertad filial. La parábola también es de una actualidad candente, ya sea porque capta perfectamente el verdadero significado de las relaciones del hombre con Dios y de los hombres entre ellos, ya sea porque hoy en día estas relaciones están de nuevo en crisis. El hombre, como el joven hijo de la parábola, está muy preocupado en  retomarse su absoluta libertad e independencia, hablando solamente de derechos y no de deberes.

3 – Ser hijos – “Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo que es mio es tuyo”: palabras llenas de sabiduría y de buen corazón y de sentido práctico para recordarnos que somos solamente fruto del amor infinito de un Padre generoso y, si nos alejamos de Él, ciertamente no podremos sobrevivir. El primer paso de la reconciliación es “volver” a amar a Dios-Padre con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas: Él es el principio, el centro, el todo. El país “lejano”, del que se habla en la parábola, es la situación espiritual y ambiental en la que nos olvidamos completamente de Dios y vivimos como si no existiera. El ateísmo y el agnosticismo reinantes hoy en día, crean efectivamente esta condición desesperante de soledad, porque nos hemos condenado a vivir prescindiendo de Dios y de los demás.

4 – Ser hermanos – En cambio, todos somos hermanos, porque derivamos del corazón del mismo Padre y todos somos amados como hijos, en el Hijo, con un mismo amor paternal. He aquí el profundo sentido existencial cristiano de las palabras de San Pablo: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es”. Esto significa también que todos somos amados por el Padre con el mismo amor con el que ama a su Hijo predilecto; es por eso que Jesús puede decirnos: “Ámense como yo los he amado”. Y San Agustín comenta: “Ellos dejarán de ser nuestros hermanos cuando dejarán de decir: Padre nuestro”. Ese “nuestro” indica dos relaciones: Jesús y yo, todos los hombres y yo. Entonces, este es el segundo paso de la reconciliación cuaresmal: “volver” a amar a los demás como hermanos en Jesús.  

5 - Puntos concretos - a) Preguntémonos si, respecto a Dios, somos hijos, mercenarios o siervos. Un clima de miedo, de intolerancia, de letargo, de mezquino chantaje.... ¡sin duda no denotan un verdadero amor filial! Se trata de hacer todo solo por amor de Dios, sin ningún tipo de interés y sufriendo por no amarlo suficientemente. b) ¿Y en familia? ¿en la sociedad? ¿en la Iglesia? Quizás también nosotros, sin darse cuenta, “hemos pedido la parte de herencia que nos toca”, que es la vida, para administrárnosla en absoluta libertad, en exclusiva delante de Dios y de los demás. Mientras, en una familia verdadera, todo debe ser común a todos, pero siempre considerado como algo personal.

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