XIV Domingo Del Tiempo Ordinario

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 30 June 2015

verdeEn todas partes se honra a un profeta, menos en su tierra    

Lecturas. Ezequiel 2, 2‑5; 2 Corintios 12, 7‑10; Marcos 6, 1‑6.                      

1 – Un pueblo rebelde – El profeta Ezequiel fue enviado al pueblo de Israel, que está pagando un alto precio por su infidelidad a la ley de Dios con el exilio en Babilonia, para que con el tiempo se arrepienta y vuelva a la fidelidad a su Señor. También Dios parece escéptico sobre la posibilidad de ser escuchado y obedecido por su pueblo: '“Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero al menos sabrán que entre ellos hay un profeta”. Es por eso que el profeta Ezequiel fue deportado: para estar entre ellos como un testigo de misericordia, de conversión, de salvación renovada. También hoy la Iglesia está “deportada” en medio de la humanidad para que la salvación sea posible para  todos.

2 ‑ De Adán a Cristo‑ Ampliando nuestra mirada al pasado antes de Cristo, basta una simple llamada a la historia bíblica para darse cuenta de la paciencia ilimitada de Dios con el hombre que siempre se le pone en contra, pero a cada infidelidad humana, Dios responde con su infinita misericordia: toda la historia es un “hecho de salvación”. El Señor revela cada vez más claramente su voluntad a través de una cantidad incesante de profetas, que van desde los patriarcas a Moisés y a Cristo: “El Señor tu Dios levantará de entre tus hermanos un profeta como yo. A él sí lo escucharás”(Deuteronomio 18,15). Este profeta como-yo, no puede ser otro que Jesucristo, el Verbo hecho hombre, el único Salvador de la humanidad.

3 ‑ El escándalo‑Cristo – Se podría decir que Cristo “escandaliza” en medida proporcional a la infinita sabiduría de la doctrina y al poder creador de milagros. Tanto es así que, un día, dice desconsolado: “En todas partes se honra a un profeta, menos en su tierra, entre sus familiares y en su propia casa”. El trato reservado a Cristo y a los suyos, desde Belén hasta el Calvario y de la Ascensión y a su última venida a la tierra para el Juicio universal, resume muy elocuentemente la relación de fidelidad del hombre a Dios. La vida de Jesús es ciertamente escandalosa porque es diametralmente opuesta a la forma de pensar y de vivir del mundo:  humildad-soberbia,  verdad-falsedad,  amor- egoísmo. El escándalo del Evangelio es la confirmación de la diferencia absoluta entre Dios y el mundo del mal.

4 - La historia se repite– Por desgracia, la actitud del pueblo de Israel hacia Cristo no es un accidente histórico para olvidar. El después de Cristo, los dos mil años de la Iglesia, confirman de modo evidente que todos estamos implicados, más o menos, en el escándalo del rechazo de Cristo. Rechazo de su doctrina, de su estilo de vida, de las personas que lo representan, rechazo a reconocerlo como Dios y como hombre, revelador de la voluntad del Padre y representante de cada hombre. ¿Cuál es la razón misteriosa de este rechazo gratuito del amor de Dios para los hombres? Sólo Dios conoce las verdaderas causas, causas escondidas y ocultas, de los escándalos, pero de los que se sirve para realizar sus objetivos de salvación. De todas maneras, cada uno de nosotros en su íntimo advierte que en parte todo eso también depende de su libre voluntad. Para muchos es una tentación irresistible hacer lo contrario de lo que hacen todos sólo por el gusto de destacarse de los demás. Todo esto deriva del espíritu de no obedecer o de contraponerse.

5 ‑ Una palabra de Jesús – “Si el mundo los aborrece, tengan presente que antes que a ustedes, me aborreció a mí.  Si fueran del mundo, el mundo los querría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán. Si han obedecido mis enseñanzas, también obedecerán las de ustedes.  Los tratarán así por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió. Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, no serían culpables de pecado. Pero ahora no tienen excusa por su pecado.  El que me aborrece a mí, también aborrece a mi Padre.  Si yo no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún otro antes ha realizado, no serían culpables de pecado. Pero ahora las han visto, y sin embargo a mí y a mi Padre nos han aborrecido (Juan 15, 18-24). Todo siempre es atribuible a la figura de Jesús: signo de contradicción. Por esto: “Bienaventurado el que no se escandaliza de Mí”

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