Décimo Quinto Domingo Del Tiempo Ordinario
Al que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia. Al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará.
Lecturas: Isaías 55, 10 11; Romanos 8, 18 23; Mateo 13, 1 23.
1 - La fecundidad – Todos los días somos testigos del milagro de la fecundidad que renueva la vida en el universo espiritual y material. ¡Y no nos maravillamos más por ello! “Así como la lluvia no vuelve al cielo sin haber fecundado la tierra, así será de mi palabra: ella no volverá a mí estéril, sino que realizará todo lo que yo quiero y cumplirá la misión que yo le encomendé” (Isaías). La naturaleza es todo un milagro porque la medida con actúa Dios es esencialmente creativa.
2 - La Palabra – La segunda Persona de la Trinidad, el Hijo de Dios hecho hombre, se llama el Verbo, es decir la Palabra-acción de Dios: “Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir... Él es la luz verdadera, que alumbra a todo ser humano... Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Prólogo del Evangelio de San Juan). Todas las criaturas han sido ideadas en el Verbo, infundiendo en ellas el don de la vida.
3 – Escuchando – La creación sólo es el preludio de un diálogo de amor entre Dios y sus criaturas. Él quiere comunicarse con nosotros para revelarnos su Amor. Todas las palabras que surgen de las criaturas, todos los pensamientos, las ideas, los latidos del corazón y de la mente humana son expresiones de la verdad y del amor de Dios. También la fe es un don que nos permite escuchar a Dios, de pensar con los pensamientos de Dios, de ver todo a la luz de Dios. Sin embargo, el hombre a menudo bloquea esta capacidad natural y sobrenatural de escuchar a Dios: “El corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.”(Isaías).
4 - La parábola – El sembrador, la semilla, el terreno... Cada corazón es el terreno donde Dios deposita su Palabra. Existe el corazón superficial y descuidado, árido e inculto, disipado; pero también existe el corazón disponible, atento, que tiene sed de la Palabra, que busca y reflexiona: “El buen terreno son los que oyen la palabra con corazón noble y bueno, y la retienen; y como perseveran, producen una buena cosecha” (Lucas).
5 – Dos preguntas – La primera se refiere a mi corazón. ¿Con qué actitud recibo la Palabra de Dios? ¿Le permito a Dios hablarme, entrar libremente y actuar o bien interpongo obstáculos y pequeñas astucias para eludir el discurso y fingir no escuchar? La segunda pregunta concierne el camino hecho para conocer la Palabra de Dios. ¿He leído, al menos una vez, el Evangelio? ¿No será hora de empezar una lectura sistemática de toda la Sagrada Escritura para finalmente darme cuenta en quién y en qué creo?