Quinto Domingo de Pascua
Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros.
Lecturas: Hechos 14,20‑26; Apocalipsis 21,1‑5; Juan 13,31‑33.34‑35.
1 ‑ Cielo nuevo y tierranueva ‑ La Resurrección es, pues, el inicio de una nueva vida en la tierra, radicalmente diferente del modelo pagano, en el cual el hombre prácticamente elimina a Dios y toma su lugar, para luego adorar a las criaturas más que al Creador. De esta manera el hombre es llevado de nuevo a sus verdaderos orígenes y a la fuente plena de la vida humana, en total comunión de amor con Dios y la humanidad. El apóstol Juan expresa muy bien esta realidad con la visión de la novia ataviada para su esposo: “¡He aquí la demora de Dios con los hombres! El habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y él será Dios-con-ellos”.
2 – El mandamiento nuevo – Toda la vida del hombre se basa en el ejemplo de Jesús, que, antes de su muerte, les explicó a los apóstoles como vivir la vida nueva: "Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros”. La novedad de vida consiste, pues, en vivir como Él ha vivido, amar como Él ha amado, perdonándonos las ofensas y las faltas: el egoísmo, la envidia, la violencia.
3 – Ya es Él – Nuestra vida cristiana padece todavía de algunas actitudes que, si se reflexiona bien, son bastante extrañas. ¿Por qué sentimos que Dios todavía está lejos? Debido a que las expresiones de la vida moral y religiosa (los sacramentos y todo lo que es rito sagrado) están separadas de la vida cotidiana. Después de todo, lo que llamamos amor humano, es “ya Él en persona”. Ser cristianos es entonces, la cosa más natural del mundo. Los sacramentos son la relación vital entre Dios y el hombre, que toca los aspectos concretos de la vida humana. Los primeros cristianos no se limitaban, por tanto, a hacer todo por un amor humano: sino que hacían todo “EN EL SEÑOR”. Evidentemente, esta vida la concebían solo completamente inmersa en Dios, porque el amor verdadero abarca todo y todos. Probemos simplemente a pensar que cosa significa amar a los otros en el Señor: en el matrimonio, en la familia, en el barrio, en el lugar de trabajo. La respuesta nos lleva a esta conclusión: ¡yo amo a los demás como Dios los ama!
4 – Nuestro Bautismo – Pensamos poco en esto. Habiéndolo recibido recién nacidos, no lo hemos experimentado como algo radicalmente diferente, no lo hemos entendido en toda su plenitud. Quizás, la imagen más apropiada es la siguiente: un diluvio de misericordia y de gracia divina. Su vitalidad debería llevarnos a la verdadera vida de Dios, transformando nuestra mentalidad y nuestra forma de vida. En conclusión: ¡criaturas nuevas! Así hablaba San Agustín a los neófitos, que acababan de recibir el bautismo en la Vigilia de Pascua: “Alegrémonos y demos gracias a Dios: no solo nos hemos convertido en cristianos, sino que en el mismo Cristo. ¿Entienden hermanos?.¿Se dan cuenta de la gracia que Dios ha derramado sobre ustedes?. Asómbrense, alégrense: hemos sido hechos Cristo! Si Cristo es la cabeza y nosotros los miembros, el hombre completo es Él con nosotros. Todos juntos somos Cristo”. (Comentario al Evangelio de Juan 21,8).
5 - Conclusión – Otro pensamiento de Agustín: “De una vez por todas se te impone un breve precepto: ama, y haz lo que quieras ; si te callas, calla por amor; si hablas, habla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor; sea en ti la raíz del amor, porque de esta raíz no puede venir que el bien” (Com. I carta Juan 7,8).