V Domingo De Cuaresma

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 19 March 2015

violaQuien vive preocupado solamente por su vida, terminará por perderla; en cambio, quien no se apegue a ella en este mundo, la conservará para la vida eterna    

Lecturas: Geremías 21, 31‑34; Hebreos 5, 7‑9; Juan 12, 20‑33.                      

1 – La Hora de Cristo – A pocos días de su pasión y muerte, Jesús  siente que finalmente ha llegado "su hora": salvar al mundo del pecado y abrir nuevamente a los hombres la puerta de la Vida divina. Jesús vino sólo para esto: para salvar al mundo de la muerte eterna. El hombre-Jesús advierte el peso desmesurado del momento supremo, en el que coincide la historia de cada hombre con su vida personal: un solo destino. Y ruega así al Padre: “Ahora todo mi ser está angustiado, ¿y acaso voy a decir? Padre, sálvame de esta hora difícil?” ¡Si precisamente para afrontarla he venido!  ¡Padre, glorifica tu nombre! (Evangelio). El tiempo de Cristo Salvador une la muerte de Cristo con la hora de nuestra salvación. También nosotros, gracias a Jesús Crucificado, llegamos finalmente a esta hora!

2 - La revelación suprema – Jesús se encuentra en Jerusalén para celebrar no sólo la Pascua hebrea, pero su primera Pascua. Al día siguiente de la entrada alegre con ramas de palmeras y olivos, en medio de una multitud que lo aclama Mesías, algunos peregrinos griegos quieren “ver” a Jesús, es decir, conocer a este personaje fascinante. En resumen, quieren entrevistarlo directamente para saber lo que piensa de Dios, del hombre, de la vida. Y Jesús, sin preámbulos, define la vida desde el punto de vista de Dios. Ésta es la paradoja increíble, sobre la que se basa todo el Evangelio y la vida misma de Jesús: “El que se apega a su vida la pierde; en cambio, el que aborrece su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna. Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto. Quien quiera servirme, debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi siervo.”(Evangelio).

3 ‑ ¿Es realmente cierto? – Éste es realmente  un texto impresionante. También Jesús se da cuenta que está por decir una cosa enorme y parece justificarse: “¿No creen lo que les digo? Entonces, miren a la naturaleza, que si el grano de trigo no se pudre bajo tierra, no hecha espiga”. Se trata, por lo tanto,  de una ley fundamental de la naturaleza, válida para todos los seres. Por otra parte, la experiencia cotidiana confirma que sólo “perdiéndonos”, es decir, dándonos a los demás, vamos a salvar nuestras vidas, es decir que la vamos a utilizar al máximo. La salvación o la condena del hombre depende, en fin de cuentas, del amor o el odio que el hombre lleva a su alma. Agustín dice: “Si te amas de modo errado a ti mismo, te odias y si te odias a ti mismo (en sentido bueno) te amas”. El desafío planteado por Cristo sigue en pie desde hace dos mil años. Y ahí radica la diferencia real entre Cristo y todos los demás fundadores de religiones. Todos dicen: “aferra”; Jesús dice: “pierde”.

4 – El ejemplo de Cristo – Jesús no sólo ha formulado el principio, pero lo ha practicado: él es la demostración perfecta de lo que significa perder la vida. Realmente Él puede definirse “ el hombre para los demás”, el hombre del “perderse”, ya que se ha donado sin reservas. Es por esto que quiso nacer en una gruta, vivir en incógnito en Nazaret durante treinta años y morir en la cruz como un delincuente: porque  él quería servir en lugar de ser servido. Todas sus palabras y sus gestos están en consonancia con este principio: su tipo de muerte es completamente lógico, ya que muere consumiendo hasta la última gota de fuerzas, de sangre y de amor de su vida. Él nos enseña que una vida entregada es una vida realizada, una vida que no se consuma por amor de todos es una vida inútil y perdida.

5 ‑ ¿Y nosotros? – Para el cristiano, sería trágico morir con el pesar de no haber donado completamente su vida. Ahora, en la vida divina, los verdaderos primeros son los que se han hecho últimos, es decir, se han puesto a completa disposición de todos. Pues esta es entonces la elección de fondo. Si no se acepta este punto de inicio, el discurso de las bienaventuranzas, del perdón cristiano, de los consejos evangélicos se convierte en una utopía ridícula. La mentalidad del mundo ridiculiza y rechaza en bloque la formulación evangelica de la Vida. Por supuesto, esta elección no se improvisa: ¡ha llegado el momento para iniciar la educación a la vida desde los primeros años, desde el uso de la razón! 

Tags: