Sexto Domingo de Pascua

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 30 April 2016

giallaLes dejo la paz, mi paz les doy. No se turbe vuestro corazón. Me voy y volveré a vosotros.

Lecturas: Hechos 15, 22 29; Apocalipsis 21, 22 23; Juan 14, 23 29.

1 – Las vicisitudes de Dios – Estas palabras de Jesús, pronunciadas en la última cena, pueden referire ya sea a su inminente muerte y resurrección, como a su ascensión que culmina en la pentecostés, ya sea a nuestra vida que es una larga espera del regreso de Jesús, ya sea al momento histórico que estamos viviendo, tan lleno de signos premonitorios, en los que parece inminente la llegada extraordinaria del Señor. El valor de la paz es la suma de todos los bienes fundamentales de la vida: humildad, verdad, amor, unidad; ella los incluye, los guarda y los hace activos.

2 – No se turbe vuestro corazón – Jesús recomienda a sus apóstoles, y también a nosotros, no perder nunca la calma y la serenidad: ¡Él está siempre con nosotros! Y en los momentos de la prueba aún más lo está. Los que tienen una fe firme, en esta certeza hallan una respuesta superior a todos los motivos de inquietud. Jesús nos indica también el modo por el que podemos sentirlo presente: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él".

3 – La paz les dejo – La paz que Jesús nos da, es el resultado del amor de Dios por nosotros y de nuestro amor por Él: naturalmente todo es gracia de Dios. Una paz muy diferente de la vida cómoda, del satisfacerse a sí mismos, del “escaparse” descargando las propias responsabilidades: los únicos expedientes que el mundo recomienda a los ingenuos y especuladores. La paz verdadera nace solamente de una conciencia tranquila, que permite a cada uno de mirarse sin enrojecer porque ha respetado los “pactos” con Dios, con sí mismo y con los demás hasta el final.

4 - Construir la paz – Donde el hombre sufre y sucumbe, donde hay una necesidad, donde hay soledad.... ahí falta la paz. La paz es el resultado de varios factores:  conocimiento, estima, respeto y equilibrio hacia sí mismo y hacia los demás, amor y solidaridad, esperanza y seguridad de vida. El cristiano, lleno de fe y esperanza en Dios, está llamado a actuar con amor y espíritu de solidaridad confortando y consolando a todos. Agustín la describe con maestría como concordia ordenada, donde confluyen realidades diferentes: “La paz del alma y del cuerpo es el acuerdo ordenado entre pensamiento, acción y apetencias. La paz del hombre mortal con Dios es la obediencia ordenada según la fe, bajo la ley eterna. La paz entre los hombres es la concordia bien ordenada. La paz doméstica es la concordia bien ordenada del mandar y obedecer. La paz de la ciudad celeste es la sociedad perfectamente ordenada y perfectamente armoniosa en el gozar de Dios y en el mutuo gozo en Dios. La paz de todas las cosas es la tranquilidad del orden. Y el orden es la distribución de los seres iguales y diversos, asignándole a cada uno su lugar.” (Ciudad de Dios 19, 13, 1).

5 – Puntos concretos – El objetivo fundamental del hombre es el de poner al seguro toda su vida. Ahora bien, sólo en la estabilidad de la eternidad se puede hablar de posesión pacífica y definitiva. Luego,  hace falta adherir en todo y siempre al Señor, poniendo en sus manos nuestra existencia. No hay compromisos ni alternativas. Sólo a este punto se alcanza la paz del corazón, liberándonos de toda forma de inseguridad y  miedo. Y el miedo es la fuga del alma, mientras que el deseo es el impulso del alma hacia su propio objetivo. 

Tags: