Solemnidad De La Santísima Trinidad

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 29 May 2015

gialloGloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

Lecturas: Deuteronomio 4, 32-34;39-40; Romanos 8, 14-17; Mateo 28, 16-20.                      

1 - ¡Gloria! – En este día celebramos todos los dones de Dios que tienen origen y fundamento en la Santísima Trinidad: la vida del Padre, la redención del Hijo, la consumación en la perfección infinita de Dios del Espíritu Santo. Por lo tanto, decimos gracias a la incesante y creciente revelación-comunicación de vida, de verdad, de amor y de unidad: “Desde el día que Dios creó al ser humano en la tierra, ¿ha sucedido algo así de grandioso, es decir que un pueblo haya oído a Dios hablarle en medio del fuego?” (Deuteronomio).  Esta epifanía de la Trinidad se inicia desde la creación y se extiende en Abraham, Moisés y los profetas, hasta que llega a su punto culminante con la Encarnación del Verbo de Dios hecho hombre y con la venida del Espíritu Santo en la santa Iglesia. Un crescendo que no acabará jamás.

2 - La Trinidad – Sumergirnos constantemente en el misterio de Dios nos ayuda enormemente a comprender la naturaleza misma de la vida. Dios es amor: ésta es la naturaleza de su vida; Dios es Trinidad: he aquí las tres Personas que se aman perfectamente con un único, idéntico, perfecto amor. Ahora, el amor por su naturaleza tiende a crear una triple relación: la paternidad-maternidad, la filiación, los esponsales; por lo tanto siempre genera una "familia", que es una comunidad de vida y amor. Pues, en estas dos palabras-realidad (amor y familia), se encuentra la clave de todo el misterio: el amor entre las personas de una sola familia. Los tres nombres de las Personas divinas, de hecho, expresan una relación familiar: un Padre, un Hijo y un Espíritu Santo (el Amor común del Padre y el Hijo). La Iglesia misma, según la famosa definición de san Cipriano, obispo y mártir de Cartago (año 256), es un “pueblo-familia, convocado por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” .

3 - Bautismo trinitario – El hombre en realidad recibió un bautismo doble, el primero en la creación y luego sobre todo en la redención: “Hagamos el hombre a nuestra imagen y semejanza” (Génesis) – “Vayan y bauticen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Evangelio). San Agustín es justamente el que descubrió en la configuración del alma humana, una forma trinitaria: una mente que piensa (el Padre), el pensamiento (hijo de la mente: la Palabra), el acto de la voluntad (el amor: el Espíritu Santo). El espíritu humano entonces está hecho a imagen y semejanza de la Trinidad: una mente que piensa (el Padre), su pensamiento (el Hijo), el acto de  voluntad o amor (el Espíritu Santo). Ésta es la bella intuición agustina que explica la frase bíblica: “El hombre es la imagen de Dios, porque tiene un espíritu que puede conocer y amar; el hombre es semejante a Dios Trinidad, ya que está hecho para vivir en familia. A partir de aquí nace la vocación sobrenatural del hombre de poseer, en Jesucristo, la vida misma de la Trinidad.

Pero Agustín llega a decir que toda criatura, incluso la piedra o el hilo de hierba, es un "boceto" de la Trinidad. Efectivamente, cada una existe (fruto de la vida del Padre), modelada de acuerdo con su naturaleza específica (el pensamiento de la Palabra), un don hecho al hombre (fruto del amor del  Espíritu Santo).

4 - La misión – Cristo confía a los Apóstoles la misión de llevar el Evangelio a todas las criaturas, bautizándolas en el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Se podría decir que el anuncio evangélico consista en presentar ya en acto la vida trinitaria en la tierra. El bautismo coloca al hombre en la vida de la Trinidad a través de la Iglesia. Es la prueba suprema que Dios reúne a toda la humanidad en una sola familia: la Santísima Trinidad. Nosotros, pues, construimos la unidad del mundo en la medida en que estamos en la unidad de Dios. La unidad es la mejor propiedad del ser porque lo hace armonioso y compacto. San Agustín resume los tres aspectos de la unidad: “Somos una cosa sola, en el único Cristo, hacia la única Trinidad (unum, uno, ad unum)”.

5 - La esperanza – Va mucho más allá de la construcción de la unidad del mundo. El corazón humano está, de hecho, estructurado para gozar eternamente de Dios; está sediento de infinito. Por eso San Pablo nos exhorta a preparar nuestro espíritu para el abrazo de Dios: “Si somos hijos de Dios, somos herederos”. ¡Nuestra herencia es justamente la Santísima Trinidad! San Agustín concluye sus Confesiones: “La comprensión de esta verdad: ¿Qué hombre dará esto a entender a otro hombre?¿Qué ángel al hombre? A ti es a quien se debe pedir, en ti es en quien se debe buscar, a ti es a quien se debe llamar: así se recibirá, así se encontrará, así se abrirá.

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