Solemnidad De Pentecostés

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 22 May 2015

rossoTodos fueron llenos delEspíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas    

Lecturas: Hechos 2, 1-11; Gálatas 5, 16-25; Juan 15, 26-27; 16, 12-15.                      

1 - La nueva creación – El día de Pentecostés, la fiesta de los dones de la tierra y el cielo, Jesús cumple su promesa: envía el Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, plenitud de vida divina donada a los creyentes. Pentecostés es el primer día de una nueva creación: los hombres están llamados a vivir desde ahora la vida misma de Dios. Ahora, el amor de Dios es su misma naturaleza, por lo tanto también es la vida del espíritu humano “Si les quitas el aliento, mueren y vuelven al polvo. Pero si envías tu Espíritu, son creados, y así renuevas la faz de la tierra” (Salmo 103).

2 – Su nombre – Jesús llama al Espíritu Santo con el nombre de Paraclito o sea abogado y consolador. En efecto, Él es Dios que se inclina sobre sus criaturas con ternura y misericordia para defenderlas y sostenerlas: perdón divino que devuelve la paz al corazón, consuelo en las pruebas, fuerza en las persecuciones, luz en la oscuridad y en las contradicciones. Es más: Él es nuestro dulce huésped, el amigo, el defensor, el director espiritual; por lo que  a Él debe referirse toda  acción en el ámbito de la naturaleza humana y la gracia divina. San Pablo al respeto distingue así la acción delEspíritu Santo: “Hay diversos carismas, diversas maneras de servir, y diversas funciones, pero es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos”. Entre ellos se encuentran: los siete dones (sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad, temor de Dios), los carismas (profecía, ciencia, discernimiento de espíritus, autoridad y guía espiritual), los ministerios de apostolado (lector, acólito, exorcista, diácono, sacerdote, obispo), las catorce obras de misericordia (dar de comer, de beber y vestir a los necesitados, dar posada al peregrino, visitar a los enfermos y los encarcelados, enterrar a los muertos, dar buen consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir a los que yerran, consolar a los afligidos, perdonar las ofensas, soportar con paciencia los defectos del prójimo, rogar a Dios por los vivos y difuntos.), los doce frutos del Espíritu Santo: amor, alegría paz, paciencia, longanimidad o perseverancia, bondad, amabilidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, dominio propio, castidad.

3 – Ayer y hoy – Los signos que manifiestan  Pentecostés, la efusión extraordinaria del Espíritu Santo, son tres: un ruido de viento recio, lenguas de fuego sobre las cabezas de los apóstoles, la capacidad de hablar un lenguaje nuevo y único que todos entienden. Los comentarios de la gente eran éstos: “¡Oímos proclamar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios!”. San Agustín explica estos signos: “El viento limpiaba de paja carnal los corazones; el fuego consumía el heno de la vieja concupiscencia; las lenguas que hablaban los llenos del Espíritu Santo anticipaban a la Iglesia que iba a estar presente en las lenguas de todos los pueblos” (Sermón 271,1). Sin duda, hoy continúa una Pentecostés extraordinaria del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo. De una parte asistimos al cúmulo de miserias morales y sociales de una cultura anti-hombre, que construye barreras y divisiones, de la otra aumenta y crece la tensión de la verdad y el amor, que conduce al bien y realiza la paz de la unidad. El fuego de Pentecostés puede ser reconocido en el clima general de despertar y fervor en el campo de la fe y la justicia, de la unidad y la paz, en fin de los valores del espíritu que Dios siembra y promueve a todos los niveles. Realmente podemos decir con el salmista: “¡De tu Espíritu, Señor, está llena la tierra!”

4 – Cuerpo y Espíritu – S. Pablo explica también cuál es el tipo de efusión del Espíritu Santo y su finalidad: “A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu por el bien de los demás. Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo”. Ésta es la gran obra de Dios que cada uno de nosotros debe anunciar: el propio don debe ser empleado por el bien de todos, para convertirnos en un solo cuerpo, es decir una sola familia, un solo corazón y una sola alma. Todos y cada uno somos la Pentecostés, no sólo porque recibimos la efusión gratuita del Espíritu Santo, sino porque compartimos nuestros dones. El cuerpo de la Iglesia está perpetuamente vivificado por el Espíritu Santo.

5 - Puntos concretos – Nuestra vida espiritual tiene como centro al Espíritu Santo, que habita en el corazón, y nosotros somos su templo. Comprobemos si utilizamos plenamente sus dones y respondemos positivamente a las inspiraciones que constantemente nos ofrece este magnífico “director espiritual”. También verifiquemos cuál es nuestro papel en la comunidad civil y eclesial, puesto que todos somos familia de Dios y por lo tanto somos responsables de la buena marcha de esta familia (barrio, parroquia, diócesis).

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