III Domingo De Adviento

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 10 December 2014

violaEn medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen    

Lecturas: Isaías 61, 1-2.10-11; Tesalonicenses 5, 16-24; Juan. 1, 6-8.19-28.                      

1 - El Salvador – El profeta Isaías, que nos acompañará durante todo el Adviento, lo presenta así: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor”. De hecho, el Señor se anuncia y se hace entender a través de su misión de salvación, dirigida a las categorías más probadas por el mal y el dolor, pero justamente por ésto, más cercanas a Dios. Ya nos parece ver a la obra al “Buen samaritano” que apoya a los pobres, devuelve la esperanza a los corazones quebrantados, libera a los esclavos de las pasiones, abre un futuro a los prisioneros, ofrece a todos la misericordia para recomenzar una nueva vida. He aquí la actitud correcta para acoger al Salvador del hombre: “Si quieren vivir un cristianismo auténtico, adhieran profundamente a Cristo en lo que él se ha hecho por nosotros, de modo que puedan llegar a él, en lo que es y que siempre ha sido. Es por esto que vino a nosotros, para hacerse hombre por nosotros, hasta la cruz” (San Agustín).

2 - El Desconocido – “En medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen”. Era cierto en los días de Juan el Bautista y es dramáticamente cierto también hoy: Dios está entre los hombres, y los hombres aún no se dan cuenta. Aquí no se trata de conocer los datos civiles, históricos o científicos de Dios, cuánto de una experiencia personal de amor. De hecho, el conocimiento equivale a ¡ amar a una persona totalmente y fusionarse en ella! Dios nos llena de signos conmovedores e inefables de ternura, providencia, predilección y corrección, y nosotros en cambio seguimos pensando que Dios no se preocupa de nosotros, que está muy lejano, que no está. San Juan apóstol nos advierte: “Quién no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”.

3 - Los desconocidos – Lo que se aplica a Dios también se aplica a los seres humanos. No podemos pensar que conocemos al hombre, sin entrar en una relación de verdadera comunión con él y con todos los hombres. La Navidad nos pone en crisis, justamente porque nos interpela sobre este punto crítico, del cual ya no podemos prescindir. El hombre ya no puede seguir viviendo como si el otro no existiese. Escuchemos de nuevo a Juan: “Nadie ha visto jamás a Dios, pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y su amor se perfecciona en nosotros”. Probemos a medirnos con la persona de Jesús: en Él no sólo existe Dios, sino también todos los hombres.

4 - La diferencia – Jesús se hizo hombre simplemente para esto: nos quiso traer todo el amor infinito y la proximidad de un Padre, una Madre (María y la Iglesia) y de muchos otros hermanos, que Él personifica. ¿Acaso no es un Dios muy humano este Dios que quiere tratar con el hombre haciéndose hombre Él mismo? ¡Él ciertamente no se avergüenza de dejarse tocar, sentir y comer por nosotros! De esta manera llena el vacío de amor y soledad que a menudo bloquea el corazón del hombre. ¿Nos gustaría reconocernos plenamente en ésta Navidad y desearla a todos? Por lo tanto, esperemos sólo este milagro: que Jesús transforme el mundo en una sola familia.

5 - Puntos concretos – a) Examinémosnos si conocemos a Dios y cómo lo conocemos (de modo errado, interesado); b) comprobemos si crece en nosotros el deseo de amarlo y ser totalmente suyos; c) recordemos una bienaventuranza: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”; d) entre nosotros y los demás ¿existe realmente una relación humana o no la deseamos? Démonos cuenta de que los desequilibrios psicológicos y sociales, los “trastornos de ciudad” son el resultado de relaciones mudas, sordas e insignificantes entre personas que no se conocen porque no se aman. El apóstol Pablo nos desea la alegría nueva y verdadera de la Navidad: “Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión, no extingan la acción del Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno”.

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