Tercer domingo del tiempo ordinario

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 22 January 2016

verde”Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”    

Lecturas: Nehemías 8,8-10; Corintios 12,12-31; Lucas 1,1-4 e 4,14-21.                      

1 - La sinagoga de Nazareth – El hecho ocurrido en la sinagoga de Nazareth, al inicio de la misión de Jesús, nos revela la presencia viva y activa de Dios en medio a sus criaturas. ¡Él habla y obra siempre! Si luego Cristo es la Palabra de Dios hecha carne, entonces obra también a través de su alma y cuerpo de hombre. En resumen, siempre es Él quien actualiza, para nosotros y para los hombres de cada tiempo, las palabras anunciadas mucho antes por los profetas; todavía es Él que hoy se anuncia a través del ministerio de la Iglesia y de los hechos de la historia. Millones y millones de hombres van todos los días a la Iglesia con la esperanza de encontrarse con Jesús vivo y real, Maestro de la verdad y la vida, presente y activo en todos  y en todas partes. Somos nosotros la Iglesia que encarna a Jesús y lo ofrece por todos.

2 - Creación continua – Cuando Dios habla, desea y realiza. Dijo: ¡Fiat! Y fueron el cielo y la tierra; repitió: ¡Fiat! Por medio de María y fue la Redención. A través de la Escritura nos asegura: “El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán -  Tus palabras Señor son espíritu y vida”. Aun cuando Jesús hablaba durante su misión terrena, realizaba una nueva creación: los ciegos veían, los endemoniados eran liberados, los muertos resucitaban, los pecadores se convertían... Esta omnipotencia divina de la Palabra de Dios continúa hoy en la vida de la Iglesia: el agua del bautismo lava el pecado original del alma y le concede la vida eterna; el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo; en la confesión, la palabra de perdón, resucita el corazón del hombre a vida nueva. Y así con todos los demás sacramentos. Así que, la única Palabra del Padre, su Hijo, es como la sangre que circula y nutre todo el cuerpo de Cristo, la Iglesia.

3 – Los pobres de Dios – Sin dudas son los pobres del tercer mundo, los villeros, los huéspedes de los dormitorios públicos de las grandes ciudades, los drogadictos, los oprimidos por todos los sistemas políticos y económicos, las víctimas de cualquier tipo de prepotencia, los pequeños,  los enfermos, los ancianos. Sin embargo, los pobres más pobres son los que el mundo llama ricos, felices y poderosos porque a menudo son los que no tienen ideales ni perspectivas válidas, son  víctimas de la fragilidad, de la inestabilidad y del mal. Al contrario, los pobres más ricos -porque poseen valores auténticos- son los que San Agustín llama “los pobres de Dios”: es decir los que abren el corazón y la mente para recibir y permitir la acción de Jesús, los que confían plenamente en el Señor, los que saben donar toda su vida. En una palabra: los humildes

4 – Instrumentos de Dios – Cristo actúa dentro nuestro y nos transforma en Él. Luego, se sirve de nosotros para cumplir lo que desea:   es allí que nos convertimos en los instrumentos de Dios que dócilmente viven y realizan la Palabra de Dios. Escuchemos a Agustín: “Nada hay, pues, en tu Verbo que ceda o suceda, porque es verdaderamente inmortal y eterno. Y así en tu Verbo, co-eterno a ti, dices a un tiempo y sempiternamente todas las cosas que dices, y se hace cuanto dices que sea hecho; ni las haces de otro modo que diciéndolo”. (Las Confesiones 11,7,9).

5 - Puntos concretos - a) Profundicemos cada día la experiencia personal e íntima con Cristo, recibiéndolo como Palabra que obra dentro nuestro a través de la oración, los sacramentos, la vida de la conciencia, la meditación, el uso de la libertad, b) consultemos siempre la Palabra de Dios y dejémonos guiar en nuestras decisiones prácticas. c) frente a situaciones en que no es posible intervenir, encomendémonoss a Cristo nuestra salvación.

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