XIII Domingo Del Tiempo Ordinario
El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
Lecturas: II Reyes 4,8-11.14.16a; Romanos 6,3-4,8-11; Mateo 10, 37 42.
1 - Eliseo – El profeta del Señor recibe calurosa bienvenida en la casa de una familia de Sunem: “Me consta que ese hombre de Dios es un santo –le dice la mujer a su marido- con frecuencia pasa por nuestra casa”. La recompensa de Dios no se hizo esperar: “El año que viene, por estas mismas fechas abrazarás a tu hijo”. Así que, siempre es el Señor que pasa entre nosotros cuando una criatura -profeta o no- nos hace del bien. Las palabras de Jesús: “Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me envió”. Aplicando el hecho a nuestra vida interior, podemos decir que cuando aceptamos la voluntad del Padre celestial, nace en nosotros su Hijo Jesús. Le pasó a María, espiritualmente también nos sucede a nosotros.
2 - Jesús – La vida de Jesús es el mayor ejemplo del amor de Dios por todos los hombres. Él, haciéndose Hombre, une en la unidad de su Persona todo el amor del Padre para los hombres y toda la vida de los hombres para Dios. De hecho, en el hombre Jesús está presente cada uno con su carga de proyectos, problemas, sufrimientos y necesidades Pero le pide a cada uno de sus discípulos de hacer lo mismo: “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí”. ¡Este amor sublime -el don de la misma vida para la salvación de todos- es la razón que hay que anteponer a todo el resto!
3 - El principio evangélico – Es la gran paradoja de la historia: “El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará”. Principio de un enorme alcance, por lo que es el centro y el resumen del evangelio de Jesús. De este modo se define la vida en el sentido más elevado y verdadero: '¿Quieres gastar bien tu vida? ¡Piérdela, es decir dónala!”. Los hechos confirman que, si uno no pierde, es decir no da por amor su vida, realmente la desperdicia. Aquí se comparan las dos concepciones opuestas de la vida: la del mundo (¡toma!) y la de Jesús (¡dona!).
4 - La lógica del vaso de agua – “El que da sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa” (Evangelio). La primera satisfacción moral está en la certeza de no haber desperdiciado mi vida, de haber sido útil a alguien. Ahora bien, cuando tú has donado algo de ti, aunque sea un poco de tiempo y fuerzas –precisamente un vaso de agua- te sientes por dentro que no has perdido nada, más bien que te has enriquecido de amor. Ésa es la verdadera recompensa de la vida ... El resto no cuenta. ¡Ésta es la tremenda lógica del Evangelio!
5 - Las elecciones – La vocación fundamental de la vida humana es que se convierte en un regalo para todos. Dentro de esta opción –“el bautismo en la muerte de Jesús” diría S. Pablo- se tienen que cumplir todas las otras: la familia, el trabajo, el voluntariado a tiempo determinado, la vida de consagración total en el sacerdocio o en la vida religiosa. Hoy, el desafío cristiano al mundo tiene lugar exclusivamente en estos términos: o para mí o para los demás.