XXXII Domingo Del Tiempo Ordinario

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 7 November 2015

verdeTodos dieron de lo queles sobraba; pero ella, echó todo lo que tenía, todo su sustento.    

Lecturas: I Reyes 17, 10-16; Hebreos 9, 24‑28; Marcos 12, 38‑44.                      

l ‑ El escriba y la viuda – El Evangelio compara a menudo dos personajes antitéticos: el fariseo y el publicano, el hombre rico y Lázaro, el juez potente y la pobre viuda, el amo y los criados. La comparación implica la misma relación entre el orgullo del mundo y la humildad del Evangelio, incluyendo la riqueza pesada del orgullo y la riqueza liviana del amor. Las dos "moneditas" de la pobre viuda no valen nada a los ojos de los hombres, pero a los ojos de Dios, son valiosas porque son el precio simbólico de un gran amor a Dios y al prójimo, pero antes todavía de Dios al hombre.

2 –La diferencia – Está toda aquí: “Todos dieron de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza,  echó todo lo que tenía, todo su sustento”. En realidad, están los que dan a Dios y al prójimo sólo las migajas de sus vidas, los retazos de tiempo, las sobras de sus recursos: lo mejor lo destinan para sí mismos. Se diría que para muchos, esos momentos dedicados a Dios, a las cosas del espíritu y al servicio a los demás son como robados a sus ocupaciones e intereses, que siguen siendo la parte más importante de sus vidas ... He aquí, pues,  la verdadera diferencia sustancial: ¡dar lo superfluo o dar lo necesario!

3 ‑ El milagro – La lógica de todo milagro es “crear de la nada”: de una nada sale de todo. Basta pensar en la multiplicación de los panes o en la harina y el aceite de la viuda de Sarepta. El Señor, con la última migaja de pan crea el pan nuevo, con la última migaja de fuerzas crea la esperanza nueva, con la última migaja del corazón crea el Amor nuevo. Nuestras “moneditas”, ofrecidas a Dios, se multiplican para nosotros y para todos. En efecto, cuando hacemos el bien, lo sentimos crecer en nuestras manos y en  nuestros corazones: nos volvemos más ricos porque recibimos lo que damos a los demás.

4 ‑ El Tesoro – Había un lugar del Tesoro, donde se recogían las ofrendas, necesarias para el culto y para los sacerdotes, y dadas por la generosidad de los fieles; pero hay un tesoro mucho mayor para el mundo y para la Iglesia y es el sacrificio de Cristo, consumido una sola vez hasta el fin de los tiempos en la cruz, y justamente por eso se ha vuelto inagotable: “Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos” (Hebreos). Nuestras “moneditas” de bien, unidas a ese sacrificio, se convierten en algo grande, toman un valor ilimitado, porque se multiplican infinitamente. El Evangelio es muy humano justamente por eso: recoge las pequeñas cosas de cada uno y las pone al alcance de todos, el bien infinito. El grano de trigo, donado a la tierra, produce realmente mucho fruto: ¡pan para todo el mundo!

5 ‑ Puntos concretos – a) Aprendamos a no escatimar nuestros dones y nuestro empeño con Dios y con el prójimo: demos  todo lo que podamos; b) aprovechemos todas las ocasiones de bien que se nos  presentan durante la semana; unamos nuestras pobres fuerzas con las de Cristo, recibido semanalmente en la Santa Comunión; d) planeemos mejor el día, dando más espacio a la Palabra de Dios, a la oración, a la familia, al voluntariado. Dios, que sabe crear una nueva vitalidad con nuestras fuerzas residuas que ¡ multiplique nuestra pobreza con su riqueza infinita!

 

Tags: