Trigésimo Domingo Del Tiempo Ordinario
Todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado
Lecturas: Eclesiástico 35,15 17.20 22; II Timoteo 4,6 8.16 18; Lucas 18,9.
1 - La presunción – El Evangelio de Lucas se dirige contra los que “presumían ser justos y despreciaban a los demás”. Los soberbios por supuesto se consideran perfectos: se jactan ante Dios y apuntan el dedo de condena en contra de otros. Jesús en la parábola del fariseo y el publicano quiere mostrar la gravedad de esta actitud básica, que simplemente define: el pecado. Sobretodo cuando oramos, debemos sentirnos pecadores, mirados por la misericordia de Dios.
2 – ‘No soy como los otros’ – De hecho, es fácil observar en la vida real como la presunción de ser perfecto es la causa de todo pecado, ya que se insinúa en cada una de nuestras conductas: a) no hay nada para dividir con Dios (¡Dios no existe ya!), b) uno se justifica siempre a si mismo (y nuestros defectos quedan para toda la vida), c) con los demás es siempre fácil encontrar razones para el desacuerdo, la crítica, las colisiones (pero no asume ninguna crítica de los demás a nuestra acción ).
3 – ‘Ten piedad de mi – El Señor acepta la oración de los pobres, de los huérfanos, de las viudas, de los oprimidos y de los pecadores. Esta es la situación global de cada hombre: pobre porque necesitado de todo, huérfano de un Padre, viuda de un Esposo, oprimido por la falta de libertad, pecador porqué víctima del mal. No se necesita mucho para comprender que delante a Dios, nadie se puede considerar justo. Quien tiene el santo coraje de ver sus propias faltas y acusárselas delante a Dios, sin dudas tendrá la buena voluntad de liberarse de ellas y de mejorar constantemente.
4 - El principio-base – El Evangelio lo enuncia así: “Todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado”. Esta es la única solución para restaurar la paz en las relaciones humanas y el adecuado equilibrio entre las partes. Humildad realmente inteligente e indulgente, que te hace considerar el error ajeno en relación a tus errores y te devuelve el deber (más que el derecho) de criticar a los otros, porque primero tú aceptas las relevancias ajenas.
5 - La situación – Las duras lecciones, que tuvimos en la historia pasada y en los acontecimientos presentes, nos obligan a hacernos un estricto examen de conciencia. ¡Todo lo que acontece hoy es el resultado de nuestras acciones u omisiones! Sin embargo, ¿cuántos son los que “se golpean el pecho” por como van las cosas en su ciudad, en su patria, en la Iglesia y en el mundo? La catequesis que ofrece la Iglesia a sus fieles sobre la penitencia y la reconciliación se centra en dos puntos fundamentales: dejar de acusar a los otros, identificar claramente los pecados de nuestro tiempo
Una oración de S. Agustín: “¡Oh, Dios, que no marchas con nuestros ejércitos, danos ayuda en la tribulación, porque la salvación del hombre es inútil. ¡Ayúdanos! Ayúdanos con las intervenciones que podían hacer suponer que tú nos habías abandonado. ¡Socórrenos así! ¡Amén!” Podemos interpretarla así: ayúdanos por medio del mal que hemos hecho y por las pruebas mismas de la vida que tú has permitido.