XXX Domingo Del Tiempo Ordinario

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 23 October 2015

verdeRabí, quiero ver – Puedes irte, tu fe te ha sanado.    

Lecturas: Jeremías 31, 7‑9; Hebreos 5, 1‑6; Marcos 10, 46‑52.                      

1 ‑ El Consolador – El camino de la humanidad se desarrolla a lo largo de las curvas cerradas de la historia hacia la patria común: la casa del Padre. Es Dios en persona que guía la humanidad. Las diversas fases de la Redención, realizada por Jesús que se hace hombre y luego resucita  y asciende al cielo, constituyen el regreso de la humanidad del exilio del pecado, donde no había más luz, libertad y amor, hasta la salvación total y la plenitud de la vida celestial: “Yo los reuniré de los confines de la tierra.  . Entre ellos vendrán ciegos y cojos, embarazadas y parturientas. Entre llantos vendrán, y entre consuelos los conduciré” (Jeremías). Jesús es el camino para volver a Dios, para abrazar de nuevo al hermano, para dar luz al camino de cada hombre en esta vida.

2 – El ciego de Jericó – Este hombre, que grita desesperadamente a Jesús para recobrar la vista, se convierte en la voz de todos los ciegos del cuerpo y del espíritu que van a tientas en la oscuridad de la falta de verdad, de justicia y de esperanza. En efecto, ¿quién es el verdadero ciego? ¿El que no ve con los ojos del cuerpo, o el que no ve con los ojos del corazón? Jesús vino precisamente para curar la ceguera del corazón humano, que ya no ve frente a sí,  ni a Dios, ni a sí mismo, ni a los hermanos. Él un día dirá: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Evangelio). Pues: Luz es sinónimo de vida en Dios, tinieblas es sinónimo de muerte en el mal.

3 ‑ La ceguera– El ciego es ante todo quien está convencido de saber todo y de no necesitar maestros, quien cree que es perfecto y no ve y no admite sus faltas, quien no preve las consecuencias de sus acciones, quien no tiene un proyecto claro de vida, quien vive al día sin enfrentar el final de la vida, quien finge de no ver al otro, quien no participa de los sufrimientos y los problemas del mundo, quien no reconoce la ternura infinita de Dios y su presencia. Quien no ve el infinito en las pequeñas cosas de cada día es absolutamente ciego.

4 ‑ La causa – La ceguera no deriva solamente de la falta de verdad en la inteligencia, sino de una corrupción moral del corazón humano. En efecto, entre las ocho bienaventuranzas, Jesús destaca una: “Bienaventurados los de corazón limpio, porque verán a Dios” (Evangelio). La pureza de corazón es esencialmente tres cosas: una actitud de profunda humildad, de amor a la verdad, de bondad hacia todos. La humildad, la verdad y el amor son las tres energías que devuelven la vista a los ciegos. Ella es la transparencia luminosa de todo el ser humano dentro del que se refleja la luz de Dios, que luego se manifiesta porque encuentra una generosa respuesta de parte de la persona humana. Hoy el hombre, que conoce muchas cosas y se ilusiona de ser autosuficiente, debe en cambio reconocer a Dios como guía de su vida. Con esta condición, volverá a ser capaz de establecer con claridad su futuro y el del mundo.

5 - Una misión – En este momento crucial de la historia, en el que parece ofuscada la mente y la conciencia moral de los hombres, todos estamos ocupados en proclamar, en voz alta y con los hechos, la Verdad de Dios contenida en el Evangelio: “No es posible - escribe San Juan Pablo II - que permanezcamos indiferentes delante a  millones de personas que no conocen o saben muy poco acerca de los tesoros de incalculable valor de la Redención”. La consigna para todos es ¡evangelizar! La verdad católica teme solamente la ignorancia y la fe es una evaluación continua de la verdad.

Tags: