Vigésimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 23 November 2013

verdeHabrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión    

Lecturas: Éxodo 32, 7 14; Timoteo 1, 12 17; Lucas 15, 1 32.                      

1 - El corazón de Dios – La historia del pueblo hebreo y la de toda la humanidad, nos revela plenamente la misericordia de Dios para con los hombres. La oración de Moisés, que intercede por los hebreos después del episodio aberrante del becerro de oro, fue escuchada y siempre lo será así hasta el fin de la historia de la humanidad: “¿Por qué, Señor, arderá tu ira contra tu pueblo, ese pueblo que tú mismo hiciste salir de Egipto con gran firmeza y mano poderosa?”

2 - El testimonio de S.Pablo – “Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio
a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores… Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos. Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia”. Nuestra fe debe ser una respuesta agradecida al amor que Dios tiene por nosotros, por nuestros pecados y por muchas nuestras omisiones de bien.

3 - La alegría del perdón – El Evangelio nos narra tres parábolas que coinciden en su conclusión: “habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Así como un pastor busca a la oveja perdida, así como la mujer busca por su casa la moneda que había perdido, así el Padre busca al hijo que se escapó de casa y se perdió por los caminos del mundo. La alegría es tan grande como grande fue el empeño en la búsqueda, y en la espera de su retorno.

4 - La alegría de ser perdonados – No es sólo Dios que se alegra cuando se perdona. También el hombre siente alegría, y probablemente sea la alegría más grande y la menos esperada. Efectivamente, si no tuviéramos la certeza, o al menos, la humilde presunción de ser perdonados por Dios (y por los hombres), sería realmente la desesperación. Ahora bien, la diferencia entre la desesperación de la tierra y del Infierno esta aquí: ¡en el Infierno no habrá más esperanza y posibilidad de perdón!

5 – El hijo mayor – En la parábola del hijo pródigo el hermano mayor simboliza a aquellos que no quieren perdonar a los que han errado y se empecinan en un malentendido de inflexible justicia. La misericordia del Padre es el mejor ejemplo de cómo debemos tratarnos entre nosotros. Si buscas la misericordia, debes también saber ofrecerla a quien te la pide. En esa misericordia encuentras la paz del corazón. Y, aunque si has errado, recuerda: “Hemos reconocido y creído en el amor que Dios tiene por nosotros: aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas”. (I carta de Juan).