Vigésimotercer Domingo del Tiempo Ordinario
Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo
Lecturas: Sabiduría 9, 13 l9; Filemón 9 10.12 17; Lucas 14, 25 33.
1 - La sabiduría del corazón – La liturgia de la Palabra nos compromete a descubrir este gran don de Dios: el amor sapiencial de la fe cristiana, y nos empeña a vivirlo completa y elevadamente. Ella nos enseña el pensamiento y la voluntad de Dios, nos ayuda a “hallar las cosas del cielo, a contar los días de la vida, a enderezar los senderos de quien está en la tierra”. Todo esto es obra de la fe, don del Espíritu enviado desde las alturas. Por lo tanto, “el corazón” es el don más preciado del hombre, porque es la dimensión mística que lo liga indisolublemente a los valores divinos y eternos.
2 - Discípulos de Cristo - Palabra de Cristo: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. En otras palabras: seguir a Cristo en su amor supremo por el Padre para salvar a todos los hombres, significa imitarlo. Nadie puede amar a Cristo si se prefiere a sí mismo o a las criaturas.
3 - Prisioneros de Cristo – Tiene razón San Pablo cuando se define como: “prisionero de Cristo Jesús “. Él le había donado la ¡verdadera LIBERTAD! Quien ama a Cristo, se siente “prisionero” de este amor exigentísimo. El amor de Cristo libera a los esclavos de las pasiones o de los hombres (como el esclavo Onésimo), dándoles la verdadera libertad de hijos de Dios. Este amor, que a veces parece “odio” hacia el padre, los hijos, y sí mismos; nos hace descubrir a los otros, bajo una nueva luz: “ya no como esclavo, sino como un hermano amado, tanto como hombre y como hermano en el Señor”.
4 – Calculemos el costo – Ciertamente no son suficientes los esfuerzos humanos, para llevar a cabo esta hazaña. El Evangelio nos exhorta a renunciar a “nuestros propios haberes”: proyectos, terrenos, cálculos personales, visuales estrechas, para abandonarnos con absoluta libertad y confianza en la omnipotente gracia de Dios, aun cuando se trate de “llevar la cruz”: ¡“Oh Señor, refuerza para nosotros la obra de tus manos”!
5 - Una pregunta - ¿También estamos entre los que no han iniciado y no han sabido completar la gran hazaña de la edificación de su propia vida? O tal vez, ¿ estamos redimensionando el “proyecto humano-cristiano” de nuestra vida para moldearlo sobre los cliches de nuestros cómodos egoísmos y tranquilidades? ¿Nos sentimos ADENTRO, con todas las fuerzas, al proyecto cristiano de transformar el mundo en una familia de hijos de Dios? El Señor llama a todos a esta obra: ¡“vuelvan, hijos del hombre”!