Vigésimo Octavo Domingo Del Tiempo Ordinario

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 23 November 2013

verdeLevántate y vete, tu fe te ha salvado    

Lecturas: 2 Reyes 5,14 17; II Tim. 2,8 13; Lucas 17,11 19.                      

1 - La lepra – La primera lectura describe la milagrosa curación del general sirio Naham, que tuvo lugar en Samaria, por el profeta Eliseo; el Evangelio nos habla de la curación de diez los leprosos, hecha por Jesús mientras pasaba a través de Samaría y Galilea. Los dos milagros tienen una lectura clara y convergente: Dios, infinitamente bueno, ayuda a todos los infelices de esta tierra; el hombre es víctima de una enfermedad del espíritu: el pecado, que es similar a la lepra, porque destruye totalmente las facultades espirituales; Jesús Salvador es el médico divino que cura definitivamente esta enfermedad.
2 - El sentido del pecado – Esta relacionado estrechamente con el don de la fe, porque nos hace sentir hijos con respecto a Dios y hermanos con respecto a los hombres. No puede absolutamente sentirse en culpa quien no ama a nadie. Efectivamente, la culpa es sentirse en deuda de amor: “ Si tomas en cuenta las culpas, o Yahveh, ¿quién Señor, resistirá? Mas el perdón se halla junto a ti, oh Dios de Israel” (Sal.129). El verdadero pecado de omisión es no amar suficientemente a Dios, a si mismos y a los demás.
3 - Cristo ha resucitado – La Resurrección de Jesús es el comienzo de nuestra salvación. Ella nos recuerda que la muerte del cuerpo es consecuencia directa del pecado, que priva al alma de la vida eterna de los hijos de Dios. La verdadera resurrección del hombre es espiritual: la liberación del pecado y un proyecto de vida nueva: “Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si somos constantes, reinaremos con él. Si renegamos de él, él también renegará de nosotros. Si somos infieles, él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo” (San Pablo).
4 – Del bautismo a la confesión – En estos dos sacramentos, el Señor nos ha dejado el don de su infinita misericordia y la posibilidad de ser libres de pecado. He aquí un motivo de gran esperanza: el Espíritu Santo escribe en nuestras mentes y en nuestros corazones la ley del amor de Dios, de manera tal que esta sea intimada desde el exterior y donada en lo íntimo. El Espíritu Santo hace posible lo que al hombre, con su sola fuerza de voluntad, no le es posible.
5 - Puntos concretos – Vivimos en una época que ha depuesto todo empeño en corregir una mentalidad que acepta todo como bueno, que da todo por sentado, que se acomoda a las modas del momento. Bien y mal son subjetivos y, si existe el mal ¡es considerado bueno! La llamada del Señor concierne la conciencia personal de cada persona: no la callemos, no la deformemos, no eludamos sus directivas. “Amad cordial y totalmente la Verdad” (San Agustín).