Vigésimo Primer Domingo Del Tiempo Ordinario

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 20 August 2014

verdeTú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.    

Lecturas: Isaías 22, 19 23; Romanos 11, 33 36; Mateo 16, 13 20.                      

1 – Dos preguntas – El Evangelio recoge dos preguntas, hechas por Jesús a sus discípulos relativas a su identidad y misión: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? - Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Preguntas hechas de dos lados diferentes: desde los que observan desde el exterior y con criterios prefabricados y de aquellos que han tenido experiencia directa y sin prejuicios. A lo largo de la historia los hombres siempre han dado una respuesta. Incluso hoy en día es así, y todos están interpelados.

2 - Las respuestas – Se pueden dividir en dos tipos: a) las que exaltan la humanidad de Jesús (hombre perfecto y excepcional, profeta libertador de los pobres y oprimidos); b) los que afirman su divinidad y mesianicidad (Hijo de Dios, que se hizo hombre para salvarnos). Jesús también nos pregunta si realmente lo aceptamos como Hijo de Dios, igual al Padre, y hombre como nosotros -menos que en el pecado - y nuestro Salvador. Por supuesto, no basta una respuesta de tipo intelectual pero una implicación personal de toda nuestra vida.

3 - La respuesta – Nos la sugiere Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Y Jesús concluye: “Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque eso no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en el cielo”. Hay un abismo entre las dos respuestas, el mismo abismo que existe entre Dios y el hombre. Por otra parte, un hombre perfecto (cuál fue ciertamente Jesús) como habría podido pretender hacerse igual a Dios y ser Dios mismo, usurpando un papel que le pertenece solamente a Dios, y haciéndose cómplice de la más gran estafa de la historia? Más bien se asemejaría a un vulgar impostor, a un desequilibrado! Y, de hecho, no hay términos medios: o Jesús es Dios o es un impostor.

4 - San Pablo – En sus epístolas exalta la divinidad de Cristo, escondida en la humildad de su carne humana: “¡Oh abismo de riquezas de la sabiduría y conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Pues ¿quién conoció la mente del Señor o quién fue su consejero? ¿Quién le dio a él primero y se le retribuirá? Pues de él, y por él y en él existen todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos. Amén”. Y Agustín, comentando este texto, no ceja: “Estemos unidos en el temor, para no perecer en el error. ¡Investiga lo inescrutable; haz lo imposible, corrompe lo incorruptible, ve lo invisible!” (Serm. 26,13)!

5 - ¿Qué hacer? – También nosotros estamos llamados a dar abiertamente al mundo el testimonio de Pedro y de la Iglesia: Jesús viviente en la Eucaristía, en la palabra, en el sacerdocio, en nuestros corazones, en el mundo, en la historia. Hoy es Salvador misericordioso, al final de los tiempos será el Juez de todos los hombres.

Tags: