XXI Domingo Del Tiempo Ordinario

Posted by Padre Eugenio Cavallari on 21 August 2015

verdeSeñor, Tú tienes palabras de vida eterna y  nosotros hemos creído    

Lecturas: Josué 24, 1-2a. 15-17.18; Efesios 5, 21-32; Juan 6, 60-69.                      

1 – En la encrucijada – Las tribus del pueblo judío están reunidas en la asamblea de Siquén para decidir el propio  futuro político y religioso. Josué propone a los ancianos, a los líderes, a los jueces y a todas las personas una elección básica: “Elijan ustedes mismos a quiénes van a servir: a los dioses de Egipto, o a los dioses de los amorreos, o al Señor nuestro Dios”. La respuesta es unánime: “¡Nosotros no abandonaremos al Señor por servir a otros dioses!  El Señor nuestro Dios es quien nos sacó a nosotros y a nuestros antepasados del país de Egipto, aquella tierra de servidumbre”. Sólo Dios puede liberar al hombre de la condición de servidumbre: ser esclavos del mal y de la violencia de los demás; sólo Dios protege al hombre de todo tipo de peligros.

2 – “¿A quién iremos?” – Un episodio similar sucede en la vida de Jesús, al final del “difícil” discurso eucarístico en el que se presentó como “pan vivo bajado del cielo” y como “carne para comer”. Los comentarios de la multitud expresaron confusión y escándalo: “Esta enseñanza es muy difícil; ¿quién puede aceptarla?”. También los apóstoles están desconcertados y meditan  de abandonar el Maestro. Pero Jesús no mitiga para nada el sentido “literal” de sus palabras y reitera dirigiéndose a los apóstoles: “¿También ustedes quieren marcharse?”. Por todos, responde Simón Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.  Y nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.  Incluso hoy en día, con todo lo que sucede en el mundo, estamos acorralados: ¿A quién iremos, sino a Dios?

3 - Espíritu y carne – A este punto, en la encrucijada estamos nosotros o creer y seguir hasta el final Cristo o echarse atrás en nuestro modo usual de pensar y de vivir, que nos lleva a no tomar nunca una posición clara y transparente. O pretender forzar el mensaje del Evangelio de la verdad y la vida en nuestras categorías humanas o participar en el “duro” y liberador misterio del infinito. He aquí la tarea ardua y magnífica de nuestra fe: renunciar a las razones de la "carne", es decir al propio egoísmo, para abandonarnos a la acción del Espíritu Santo, es decir al amor. Para llegar a esta elección hace falta  un prólogo indispensable: “El Espíritu da Vida; la carne no vale para nada. Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida. Por esto les dije que nadie puede venir a mí, a menos que se lo haya concedido el Padre”

4 - El gran misterio – San Pablo, escribiendo a los Efesios, habla de un matrimonio entre Dios y la humanidad, hecho por Cristo en la cruz cuando él da su vida por la Iglesia: “Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la Iglesia”. En este clima de amor total, justamente se puede hablar  de matrimonio entre Dios y el hombre; es más, parece ser completamente normal y lógico que ¡sólo Dios pueda ser amado así! Totalmente. La fe ya no es un extenuante ejercicio intelectual y moral para afirmar en parte las exigencias de Dios para el hombre, conservando de forma natural toda su autonomía. En cambio, la fe es simplemente enamorarse totalmente de Dios y amarlo con todo el corazón, la mente, la conciencia, la vida. Esta es la cuestión: ¿amar hasta el final o irnos por nuestro camino? Esto es lo que nos pide el Señor, pero sobre todo es lo que nos ofrece cuando quiere ser "comido" por nosotros para asimilarnos a sí mismo. Desde aquí debemos recomenzar nuestra relación de amor ...

Tags: